Hace algunos días, allá por finales de julio, caminaba yo por Altea.
Altea es un típico pueblecillo mediterráneo de mágicas casas blancas y empinadas callejas, que se extiende desde la orilla del mar hacia la montaña, consciente de su belleza. En un litoral, el de la Costa Blanca, donde abundan los enormes bloques de cemento, como único paisaje acompañando al mar, las casitas blancas y la iglesia de azulejos azul intenso que dominan este particular enclave, parecen haberse detenido en los tiempos donde esta población era sólo una aldea de pescadores.
Quizás precisamente por ser diferente, se la ha tratado con mimo. Sus tiendas de muebles, artesanía o ropa, desperdigadas por el centro histórico, cuidan hasta el más mínimo detalle y nos ofrecen tanto creaciones propias, como productos que bien podrían haber llegado de las lejanas tierras de Asia a través del mar. Da gusto pasear por sus calles impolutas y perderse entre las tiendas, y subir y subir animados por una refrescante brisa y llegar a la plaza central.
Da gusto también encontrar un mirador y contemplar el mar, las casas, el cielo, desde otra perspectiva. Después, tenemos un mundo de posibilidades: podemos pasar horas leyendo en un agradable banco a la sombra, tomarnos algo fresquito en una de las terrazas o simplemente sentarnos y contemplar la vida pasar: las calles desiertas a la hora de la siesta, los primeros turistas que empiezan a llegar cuando baja un poco el sol, los ancianos del pueblo que se sientan y comentan, al caer la tarde.

Caminaba por Altea como os decía y escuchaba otras lenguas, escuchaba francés sobre todo, pero también alemán e inglés y pensaba en los viajeros que estaban allí, en gentes de Europa que habían venido a conocer España, quizás para ellos uno de los destinos exóticos que no hay que perderse. Pensaba en aquellos que venían buscando sol y playa. Pensaba en definitiva en aquellos que habían elegido España para disfrutar de sus pocos días de descanso al año. Pensaba también en aquellos viajeros que decidieron que España era una etapa del viaje de la vida y que se quedaron aquí, aquellos, por ejemplo, que habían puesto un restaurante griego, marroquí o francés y que habían traído un trocito de sus países a España y pensaba también, que aún no yendo muy lejos, no saliendo de nuestro país, es hermoso poder conocer otras culturas, escuchar otros idiomas y ser consciente de la diversidad y riqueza del mundo en que vivimos.
Así, podemos encontrar un hermoso rincón francés en la Calle Mayor de Altea, muy cerca de la desembocadura de la misma en la plaza principal del pueblo, en el número 5. Se trata de Oustau un restaurante cuyas mesas se sitúan en un curioso patio de colores marrón, amarillo y azul, con acogedoras plantas y lámparas de suave luz. El ambiente es muy agradable y su ubicación se ha elegido con cariño, las vistas a la montaña son preciosas. La alegría de los camareros y el entusiasmo del dueño que se afana de un lado a otro tratando de complacer a sus invitados, resulta contagiosa. Si a esto añadimos, la elegancia y el gusto por lo bello en el servicio y la decoración, tenemos los ingredientes para el romanticismo de una cena para dos en el país vecino o el clima ideal para una noche de confidencias y risas con los amigos.
chus dijo,
agosto 24, 2007 @ 12:00 am
Me quedo con tu comentario y con las vistas desde el mirador donde estás sentada y me olvido de los coches del otro día, tendré que intentarlo en otra ocasión con cena en el rincón francés.
anab4581 dijo,
agosto 25, 2007 @ 12:00 am
La verdad es que por las fotos más que un pueblecito de la costa me recuerda a una isla griega.Tendré que apuntarlo también en mi lista de próximos viajes.
de barakaldo, jolín dijo,
agosto 26, 2007 @ 12:00 am
Precioso Altea.Como tienes que ir a Ojén harás enseguida una comparativa.No te adelanto nada.Tu misma verás las semejanzas.
Dentro de unos instantes finaliza esta Aste Nagusia más que pasadísima por agua.La Marijaia desaparecerá para renacer de sus cenizas el próximo año para vosotros sin falta. Es fea de alma pero con clase.(De Bilbao,claro).
El otro bloggero vuela ahora al revés.Agur,preciosa.
Bego dijo,
agosto 28, 2007 @ 12:00 am
Altea me recuerda siempre a Marisol, que vivió allí,tiene encanto,atrae a mucha gente,así que recomiendo planificar la visita y procurar no llegar muy tarde y disfrutar ……según cuenta Susana han debido mejorar sus tiendas, restaurantes…..y el pueblo en lo alto es precioso.
Andrea dijo,
septiembre 13, 2007 @ 12:00 am
Se parece mucho a Cadaqués,…,si Altea te gustó Cadaqués te encantará. Además, tienes al lado el parque natural Cap de Creus….precioso!!!